El gobierno alienta, una vez más, su epopeya contra los productores rurales. Alberto acusa a los tenedores de granos de retener la liquidación de exportaciones a la espera de una pretendida devaluación del tipo de cambio. Atiza con el verbo inflamado y denuncia la supuesta manipulación de los bienes que, a su juicio, integran una suerte de dominio público y que deben estar disponibles para el uso común de los beneficios por la comunidad.
En definitiva, ensaya una visión singular del derecho de propiedad y amenaza con restricciones y limitaciones al libre ejercicio de la administración y disposición de los bienes en el ámbito privado.
Una vez mas, en forma perceptible se pone en juego una postura en torno a la propiedad de los medios de producción y el libre ejercicio de la propiedad privada.
La intentona revolucionaria se frustra y culmina con la consolidación de una disposición del Banco Central que autoriza, por tiempo determinado, la vigencia de un dólar especial para las liquidaciones de divisas del complejo exportador agropecuario.
La pregonada apropiación de los bienes del sector ha quedado en amenazas y se traduce en una medida de atención especial y distinguida para atender las quejas.
La arremetida deja a salvo la agitación propiciada y la posta ha sido tomada por las asociaciones y movimientos sociales afines al gobierno que propician una convocatoria para este sábado a la Sociedad Rural en el momento que se hace la inauguración oficial de la muestra anual que convoca al universo de los integrantes de la entidad y que se desarrolla en la sede tradicional de Palermo.
Muy probablemente se sumen a la iniciativa las organizaciones de izquierda y la protesta escale con ribetes singulares, casi con aristas provocativas, amenazantes, por el lugar, oportunidad y momento de la convocatoria.
El Presidente guarda silencio respecto a la organización del evento, pero toma una medida para zanjar el conflicto y estimular la liquidación de exportaciones.
El fracaso reiterado en la gestión del gobierno lo acerca sucesivamente a la toma de medidas extremas con grave afectación de derechos y garantías constitucionales, pero regularmente instantes antes de su concreción se produce la frustración de la decisión final anunciada con festividad rimbombante.
Alberto lleva consigo un collar abundante de indecisiones constantes, que no pasan de anuncios, amenazas y enunciados posteriormente congelados en el olvido.
Recordemos las promociones de La “Mesa contra el Hambre”, el “Consejo Económico y Social”, la disputa por “Vicentín”, la lucha contra la inflación, el embate a la Corte Suprema de Justicia de La Nación, la pelea infructuosa con el campo. Todas ellas constituyen una colección de frustraciones que documentan la lista de imprecisiones y nostalgias de iniciativas malogradas.
En esta línea se inscribe la reiterada disputa con los productores rurales y las restricciones y regulaciones que dificultan y entorpecen el manejo de la economía.
Alberto construye su gobernanza en base a enunciados y retrocesos sucesivos que lo dejan permanentemente en un grado de inacción salpicado con medidas aisladas y ocasionales.
Los gobernadores peronistas acaban de conmoverlo en grado extremo. En un clima caldeado, con reproches y voces altisonantes reclamaron medidas concretas y energía en la conducción.
El cruel escenario les demuestra que con Batakis no alcanza.
Una vez más, la expresión camaleónica del peronismo se transfigura en un muestrario inagotable de alternativas y ocasionales pragmatismos.
Esta vez es el responsable del estado de la Nación y casi como una burla e ironía del destino asoma Massa como carta de rescate ante tamaño desatino.
Alberto, enemigo declarado de un programa de gobierno e improvisador nato, debe acudir a la ancha avenida del medio en la búsqueda de un último cambio antes que sea demasiado tarde.
Mientras la Provincia de Mendoza reclama por un dólar especial para el vino, los piqueteros buscan profundizar el desorden y el caos, Alberto le entrega su suerte y esperanza a una nueva movida del especialista en múltiples alternativas y caminos sesgados.
Como cantara Chico Novarro en el inolvidable Club del Clan: “El Camaleón,….cambia de colores según la ocasión”.
El descrédito no tiene límites y el hartazgo social trepa escandalosamente.