LA PARTIDA DEL RELATOR
El útimo episodio de las aventuras del Ministro de Seguridad Sergio Berni tiene aristas trágicas por la gravedad de las circunstancias suscitadas y la desubicación extrema del inefable funcionario.
Una vez más, ganado por el personaje, el militar, abogado y médico descendió desde un helicoptero para calmar los ánimos caldeados de un grupo de choferes de micros sumidos en el dolor, hartazgo, abandono y desazón por los responsables de un Estado ausente en las penurias cotidianas de los ciudadanos.
Helicopteros, motos, apariciones fugaces, exhiben un histrionismo impertinente, desvergonzado y desmedido.
Asumido como el portavoz de soluciones mágicas y fiel exponente del relato dominante, fue rechazado con violencia y retirado a los tumbos por presurosos y atentos policías.
El múltiple profesional y avezado político no tiene más que palabras para ofrecer ya que los efectos de la gestión se muestran con palmaria objetividad: absoluta carencia de resultados positivos en materia de seguridad ciudadana.
Empedernido y locuaz confronta con su par nacional y se sostiene en la confianza y la intimidad cosechada en tierras de Santa Cruz.
Es un producto genuino y auténtico del matrimonio presidencial y su legado ha sido estropeado y puesto en jaque por un grupo de revoltosos adentrados en algún plan político.
Aunque parezca grotesco el razonamiento de la provocación es una grosera interpretación que proviene de su original concepción.
Conclusiones trágicomicas seguramente derivadas de la golpiza y los sacudones.
La bronca social se corporiza en el máximo responsable de la seguridad y refleja con fatalidad, además, la falta de ubicación en la realidad del jerarca que no condice con el espanto cotidiano de los ciudadanos estragados por el delito y la impunidad.
La política ha olvidado a las víctimas y puesto en juego la situación de los victimarios invisibilizando el problema con el escudo protector de los ideológos abolicionistas.
El garantismo se cobra sucesivas víctimas ante la pasividad estatal y el peronismo, en su fase kirchnerista extrema, se disocia de las cuestiones candentes de la seguridad y la economía que desquician la vida cotidiana del común de la gente.
Es así que en materia económica, ante la inminencia de un nuevo helicoptero, el oficialismo se ha entregado, como última y única salida, a las manos de un novel abogado que oficia de Ministro de Economía.
Casi como una maldición del destino, el personaje que les puso límites concretos, los derrotó en las urnas, fastidiando el proyecto hegemónico, ahora es vitoreado como el salvador y serio aspirante a la candidatura presidencial.
Todos delirios provocados por la encerrona y los equívocos sucesivos.
Ambos confluyen en pura expresión estéril pero con gestiones ineficientes e ineficaces.
Unico mérito actual es evitar el precipicio, el colapso y aguantar con lo justo y necesario.
Una muy buena sintesis del estado de ánimo general fue colectada por Esteban Trebuq, singular periodista que convoca voces de variados tonos para analizar los temas.
Micrófono en mano se apersonó en la estación de trenes del Ferrocarril General Roca en Plaza Constitución y en los andenes preguntaba a los ocasionales viajeros por sus preferencias al momento de emitir su voto en las próximas elecciones.
El resultado fue que una abrumadora mayoría emitiría su voto por Javier Milei.
No hay que abundar en detalles sobre la composición social del universo que utiliza dicho medio de movilidad.
Indudablemente el hartazgo, rechazo, hastío y bronca contra la clase política es transversal y ocupa a todos los sectores sociales.
Es la crisis del relato que tiene una exposición brutal en la economía y la seguridad.
El peronismo se encuentra ante una empresa dantesca. Tiene que hacer campaña criticando al gobierno cuando es parte del mismo.
Es tan absurdo y elocuente que hasta Victor Hugo Morales emprende nuevos rumbos.
En efecto, quién fuera inmortalizado en una tapa de la Revista Noticias como: “El relator del relato” anuncia con notable soltura que no es lo que fue. Acaba de declarar que no es kirchnerista.
Anuncia otros rumbos y apresta las velas para una nueva singladura.
El gobierno exhala desconcierto, indefinición y disputas internas.