/LA UTOPIA DE UN PAIS NORMAL

LA UTOPIA DE UN PAIS NORMAL

LA UTOPIA DE UN PAIS NORMAL

            El resultado electoral de la primera vuelta ha dejado estados de ánimos muy dispares en la ciudadanía. Por un lado, el entusiasmo, la alegría, desborde y esperanza en quienes estaban apenados por la escasa perfomance original pero artítices finalmente de una remontada épica.

            En el campamento libertario brotaba el desencanto de algo que no fue, transformando la segura victoria en un amargo sabor de decepción que aplacaba las prematuras ínfulas extremas.

            Las huestes de la otrora principal coalición opositora asistían al derrumbe de su identidad y se hundían en desazón, angustia, desamparo y desencanto.

            Los próximos días conocieron la implosión del espacio ante la pronta y diligente intervención del ex presidente, quién presuroso, urgido y ausente de todo diálogo con sus pares se lanzó sobre el liberal-libertario para sellar una alianza de cara al ballotage acompañado por la desconcertada Patricia y los halcones intransigentes.

            En un acto de sinceramiento y pureza Macri configura una coalición profundamente antiperonista y en líneas económicas más afin a sus posturas.

            Los radicales, coalición cívica y demás deudos apelan a la neutralidad con furiosas críticas a las formas y contenidos de la nueva entente.

            Alfonsín es rescatado desde todos los rincones y resurge como bandera para unos y otros.

            La neutralidad es supuestamente no tomar partido, pero en el caso claramente favorece al candidato ganador de la primera vuelta, por lo que el efecto no consiste en no participar de las dos opciones en conflicto.

            Es un eufemismo que permite una forma de intervención indirecta pero que claramente favorece a uno de los contendientes.

            No hay tiempos para tibios, dudosos o imparciales.

            En palabras de Licurgo (legislador Espartano) “Cuando se deciden los destinos de Esparta entre dos bandos es tan inaceptable no estar en ninguno como estar en los dos”.

            La confrontación es por la continuidad del modelo o el cambio, ahora edulcorado por la intervención y el apoyo del ex presidente.

            El conflicto con la casta se transforma en el enfrentamiento con el peronismo desde una postura liberal-pro mercado.

            En la otra vereda Massa y sus encantos bordados con un verbo sutil, diálogo y múltiples amigos de toda extracción y condición.

            Una vez más Cristina apela a una figura moderada (Scioli, Alberto, Massa) para completar la oferta del núcleo duro que la respalda de manera incondicional.

            Las dudas apuntan a cuanta moderación puede comprar Milei para disipar el miedo a sus propuestas extremas y que callados estarán sus adlátares que profesan una voz ligera e ideas cortas.

            Ambos contendientes se vendieron como figuras del cambio y fueron exitosos en sus propuestas.

            Escondida Cristina por razones de estrategia, la confrontación es entre el peronismo y el antiperonismo.

            El que profesa la neutralidad intransigente no concurrirá al comicio, pero los que navegan en aguas menos turbulentas lo harán para extender un voto nulo o en blanco, pero al momento de la decisión final seguramente un pensamiento los arropará en una idea póstuma: peronismo y antiperonismo.

            Al menos queda abierta una ventana incierta pero que contiene la posibilidad de un cambio en aras de nuevos rumbos.

            En este caso el horizonte es incierto.

            Los radicales tienen la palabra final y la definición del entuerto.

            La utopía de un país normal es patrimonio de la realidad de nuestros vecinos.

            Los argentinos somos eternos compradores de lo incierto e imprevisible.