EL PROFESIONAL Y EL AMATEUR
Todos han abundado en las antípodas ideológicas de los personajes que llegan a la instancia presidencial del ballotaje. Exploremos otros caminos vinculados también con las preferencias de la gente en esta instancia final.
El debate nos brinda un marco interesante para considerar las miradas sobre los candidatos desde un punto de vista distinto.
Por un lado, Sergio, un político profesional que no deja nada librado al azar y se mueve con una logística y planificación extrema. Cuidado manejo del escenario, las audiencias y muy programado en lo gestual y verbal.
Sobrados antecedentes y experiencia por haber transitado todas las orillas de la política, derivando en un abanico multicolor de alternativas y proyectos.
Adicto a marchas y contramarchas siempre tuvo un discurso para la ocasión y no trepida en sostener impávido los argumentos más inverosimiles.
Con pocos años de antigüedad como abogado maneja el Ministerio de Economía y no se sonroja ante sus contradicciones y planteos de otrora.
El motor que lo impulsa es una ambición extrema que lo llevó al tránsito por múltiples espacios y ahora llega a lo sublime de desconocer la pertenencia a un gobierno del cual es el Ministro de Economía.
Es la representación por antonomasia del político profesional que siempre tuvo un lugar en el Estado desde el cual proyectar su militancia.
Espeja la ambición ilimitada y no conoce de confín en sus afanes.
En su naturaleza casi como que no puede no hacer trampa.
En la otra esquina se encuentra el contendiente que desafía la estructura oficial y el poder de la maquinaria estatal.
Javier es un personaje construído por sí mismo y refleja la plena autoría y su sencillez desbordante.
Carece de estructura y viene del arraigo en los medios y los sets de televisión.
El panelista iracundo que vendía rebeldía a los gritos desaforados se desarrollaba en un embate a los políticos tradicionales.
Producto de la desfachatez, el desparpajo y el histrionismo pudo crecer hasta un sitio imprevisible e increíble para sí mismo y sus intimos.
La prédica, el desfallecer de la oposición y la mediocridad oficialista lo depositaron en un lugar inédito aún para sus mas aventurados desvelos.
En un remedo del “Principio de Peter” (Laurence J. Peter) el desafiante ha alcanzado el nivel de su propia ineficiencia.
Su intervención en el debate fue deslucida, pálida, carente de energía y audacia propositiva.
Puso en juego toda su energía para evitar el colapso emocional, resistió agresiones y sutilezas de agravios intimos y demostró acabadamente que no es un político. Es otra cosa.
Mucha ingenuidad, candidez y afectado por compañeros que hacen profesión del equívoco y la palabara incorrecta, puso de manifiesto su absoluta diferencia con el político profesional.
Es simplemente algo distinto que nos dice que asi como estamos no se puede seguir.
Representa la contraposición del político profesional y muestra limitaciones palmarias pero trasciende como lo inesperado que porta un mensaje de cambio.
Andrés Calamaro lo expresa de manera brutal: “Elegir algo distinto o más tiros en los pies hasta que no quede nada”.
El miedo instalado no permite discernir y al igual que en España en estos cruciales momentos el temor a la derecha justifica cualquier empresa.
La sencillez de la imagen post debate que sostiene la euforia oficialista también permite comparar a ambos desde otro punto de vista.
La gente también advierte al político profesional que bajo un verbo e imagen prolija y cuidada promete en definitiva más de lo mismo y a un personaje inasible, frágil, limitado, inestable, que transmite sinceridad a la par que incertidumbre, pero que su motivo existencial es ofrecer un cambio de la realidad actual.
El Profesional te convoca desde la habilidad para vender sus mercancías y el Amateur desde la emoción y la improvisación.
Hay un punto en el cual ya no hay cuestiones ideológicas y se trata simplemente de seguir en el mismo camino o intentar algo distinto.