EL PAIS DE LOS EXTREMOS
La realidad del país nos muestra el desconocimiento del equilibrio,consenso, diálogo y acuerdos en la gestión de la actividad pública.
Luego del agotamiento de un modelo político signado por la intervención directa del Estado en el sector privado, en el mercado, responsable de múltiples regulaciones, restricciones y sistemática presencia en la actividad económica, las últimas elecciones arrojaron el resultado contundente de volcar la dirección en forma desenfrenada hacia el otro extremo del horizonte político-económico.
Ahora se entroniza el libre mercado, con abstención estatal absoluta y el juego despojado de límites para los actores de la actividad económica.
El vuelco electoral es producto, indudablemente, de la pésima administración saliente.
La reacción visceral, montada en el enojo y el hartazgo, liderada por la juventud es una respuesta contundente al rechazo del arco político tradicional de manera integral.
La actualidad arroja preocupación y falta de certezas por los alcances de un ajuste brutal y la escalada de los precios de todos los costos de los bienes e insumos.
La oda libertaria sacude el bolsillo de los ciudadanos hasta el vacío y la incertidumbre.
Una vez más la iluminación política presidencial eleva al elegido al trono desde el cual descalifica al otro en la integración del escenario.
Desregulación, privatizaciones, ajuste extremo, quita de subsidios, libertad de tarifas de las fuentes de energía, transportes, medicina prepaga suman desconcierto en los gastos fijos de los sectores medios.
Mientras el dólar queda anclado, la inflación escala sideralmente en un sinceramiento brutal de las variables económicas y los empresarios elevan los precios en una corrida incesante y sin límites.
El Presidente mantiene el crédito electoral alimentado por su disputa oral contra la denominada “Casta Política” y los sacrificios reales en el nivel de vida cotidiano abarcan a sectores sociales cada vez mas extensos.
Las expectativas de un cambio integral cierto y concreto en un futuro mediato alimenta la esperanza y sostiene el sacrificio diario, fundamentalmente de la integridad de los sectores medios que sufren una espectacular caída en el nivel de vida.
Se modifica sustancialmente la situación diaria y la sumatoria de los gastos fijos se sujetan a una lupa para restringir actividades tradicionales.
Hay un amplio consenso en la necesidad de acometer cambios estructurales en el sistema, pero no existe ninguna certeza en torno al método y los modos del efectivo cumplimiento.
La imposición autoritaria fracasa en el Congreso y se abren las puertas del diálogo, el equilibrio y el consenso.
La descalificación del otro debe ser objeto de abandono en la acción política para abrir el camino de los acuerdos necesarios a los fines de consolidar normas sustanciales.
No es posible pelear todo el tiempo con todo el mundo y rechazar al que piensa diferente.
Es patrimonio del inconciente colectivo que una “Persona Normal” no puede hacerse cargo y concretar las transformaciones estructurales imprescindibles para arribar a un país moderno y ordenado, al menos a tenor de nuestros vecinos linderos.
Debemos mejorar la política pero necesitamos de ella como método de construcción política en una democracia republicana.
El autoritarismo es una afección y constituye un desborde, sin perjuicio del signo político en el cual se instale. Siempre debe ser objeto de censura en una sociedad libre y democrática.
El diálogo, acuerdos y consensos es el camino natural de la sociedad civil.
La pluralidad y el respeto a las diferencias deben estar garantizadas.
La agitación y el reproche tienen que encontrar límites para dar paso a los acuerdos que garanticen reformas sustanciales efectivas, claras y concretas.
Es el momento de construir consensos y acuerdos fundamentales.
El liderazgo es compatible con el diálogo sostenido y la vocación reformista.