CHARO
Hay momentos de diferente tipo en nuestras vidas.
Al fin y al cabo de eso se trata vivir, de transitar etapas, pasar situaciones de toda clase y especie, proyectar, planear, si fuera en pareja mucho mejor, gozar, sentir, sufrir, compartir, reir, llorar y volver a empezar una y otra vez.
La fortuna y la adversidad, aleatorias, imprevisibles, injustas acompañan a unos y otros en un reparto inexplicable que pone a prueba la entereza, consuelo, fortaleza y el temple de las personas.
También existe un tiempo final, con conciencia de escasez y finitud.
Al final del camino sigo disfrutando la compañía de mi mascota inefable, Charo, que padece afecciones propias de su avanzada edad.
No puedo perder la vista de ella y reflexiono sobre su parsimonia, serenidad y aceptación con suma tranquilidad el tiempo de cercanías del destino final.
Distintos episodios dolorosos, graves se suceden, pero ella emerge vital, con energía y actitud vuelve a construir momentos de suma alegría y esperanza.
No hay abatimiento, menos entrega y resignación para aceptar la fatalidad.
Siempre lista a los fines de partir hacia cualquier lugar, disfrutamos de nuestras compañias y sentimos complicidad y afecto de la gente a nuestro paso.
Alzada o en carrito transita por doquier, con mirada borrosa, escasa audición pero sin perder curiosidad ni capacidad de dar y recibir afecto, caricias, sonrisas circunstanciales de quienes se acercan.
Siempre al momento de salir emprende una sucesión de saltos y alegres demostraciones al comprender que juntos tomamos algún rumbo lejos de la casa.
El paseo en pareja en un disfrute en si mismo sin trascendencia de tiempo y lugar.
No importa el destino, sino que simplemente se trata de compartir el momento y mantenernos juntos. Lo que interesa es el viaje y la recíproca compañía.
En casa, pegados en singulares y variadas formas con múltiples charlas, transcurre un tiempo complice de vaguedades y disparates.
La plenitud del instante feliz calma molestias, brinda placidez y serenidad.
Ha sido una suerte divina poder compartir tantos tiempos y disfrutar momentos de alegría compartida y felicidad común.
Aún hoy estamos pendientes el uno del otro en esa búsqueda mutua del contacto, la caricia y el apego que lleva calma y serenidad.
La mirada directa y profunda que clava sus ojos en mi, conmueve e invita a sucesivos momentos de serena placidez.
La conciencia del tiempo y la infinidad de momentos compartidos en una historia de amor incondicional, alivia el desenlace previsible, inevitable que cierra el ciclo natural del cual ninguna de las criaturas esta exento.
Disfruto del calor de su cuerpo y mantengo estricta atención a su respiración pausada, mientras vivo los recuerdos de tantos viajes y hermosos momentos disfrutados en común.
No existe el final. Simplemente un tiempo distinto.