AJUSTES PARA UN DISCURSO ERRATICO
Alberto, acaba de estrenar un nuevo método y estilo para mejorar el arrebato y su discurso errático.
Enancados en las fallidas excursiones del pensamiento presidencial, con el testimonio de los frustrantes resultados de los viajes verbales fallidos, su círculo aúlico dispone la sujeción estricta al texto guionado, prohibir las licencias y trazar una ruta programada a la palabra, ordenando un discurso oficial previsible, sin descuidos aleatorios, ni consignas improvisadas.
El responsable de la palabra oficial, en su condición de antropólogo, ausculta los comportamientos sociales y la comunicación, desgranando las estadísticas de las burlas, memes, desconsideración y destrato risueño del común de los mortales.
Alberto, dolorido y culposo, acepta fatigar un estricto derrotero en las futuras exposiciones, aventando la reiteración de pesares fortuitos y gratuitos.
Se presenta entonces, en público, con atril elevado y texto impreso en un documento que desplegó sobre el mismo, depositando su confianza en el asesor escribiente.
La rendición no comprende la entrega del teléfono y el manejo personal de sus redes sociales.
En dicho espacio, hay pausa, reflexión y debate previo a la escritura y la publicación.
Se trata de gobernar las traiciones arteras de la improvisación y el enojo.
El movimiento sucesivo de la cabeza, acudiendo a la lectura y el atento seguimiento de las consignas escritas, es fiel testimonio de un cuidadoso cambio, que blinda y protege las inclementes sugerencias del inconsciente y los desordenados impulsos y pensamientos contradictorios, que lo gobiernan.
El alicaído profesor, abandona sin culpas, la actitud docente admonitoria y disciplina el esfuerzo, con sujeción a un estricto protocolo, previamente autorizado, para evitar riesgos y heridas autoinfligidas.
El dedo acusador, extendido para representar advertencias al vacío, remite sus cadencias y ambas manos se sujetan al atril, en la composición de un amable lenguaje corporal, que acompaña la exposición ordenada, previsible, que respeta la capacidad anticipatoria de un discurso, en lo sucesivo, muy previsto y estudiado.
Ahora, hay una estricta programaciòn del continente y el contenido, con respeto absoluto a las consignas escritas, citas, referencias y gobierna la prohibición de licencias extrañas o fórmulas imprevistas, ya que el compromiso es respetar el derrotero y la singladura, con un diseño previamente trazado.
Atento a los resultados del control de daños, el escriba orienta la palabra a un destino de certezas, oportuno y conveniente.
La pretensión de sus íntimos es poner límites a la caída, antes del desbarranco y la visita del abismo.
La rendición carece de tiempos y de fechas.
Pero persiste una grave dificultad, a la par notable obstáculo, que apareja un problema insoluble:
Sus afanes y las ínfulas docentes son más fuertes que el sentido común.