QUO VADIS ALBERTO
En el marco de un obligado receso de su agitado panorma interno, mientras se encrespan las aguas en una coalición oficialista que no reconoce descanso, Alberto se acomodó el traje de fiesta y acudió al evento del G 20 portando esperanzas de reconocimiento y fotos que le permitan subir la alicaida imagen y su avatar y pesares en materia de vinculación política.
Hoy, mientras se desviven por la audiencia con Biden y el Papa, ningún miembro del gobierno recuerda el origen de la pertenencia de nuestro país a dicho organismo internacional.
La Argentina ingresa por los méritos exclusivos de Carlos Menem y la orientación de sus políticas interna e internacional.
La cercanía de Carlos Menem con George Bush padre, no empaña su excelente relación con Bill Clinton y la consolidación con ambos de una estrecha relación con los EEUU durante los dos mandatos.
Actualmente, las políticas oficiales, hacen que el país se encuentre de prestado en dicho foro, no solamente por la precariedad de la economía y sus múltiples regulaciones, sino, fundamentalmente, por la alineación con el eje Cuba-Venezuela-Nicaragua-Irán, países con los cuales el Foro tiene serios cuestionamientos en materia de Derechos Humanos.
Las consignas de varios lideres del oficialismo, como Máximo, Cristina, Alberto y el propio Ministro de Economía, en un giro copernicano, propio de quién se aferra al sillón más que de la convicción, no aportan elementos que favorezcan la interacción con los líderes presentes.
Por distintos motivos fracasaron las ansiadas reuniones personales con el Papa y con Biden.
Francisco, alerta por la disputa electoral inminente, preserva su investidura, a la par que desliza el malestar por la falta de diálodo, consenso y cultivo de la disputa como método de construcción política.
La diplomaciia de EEUU no encuentra ninguna razón para emprender conversaciones, ya que los temas de su interés no tienen ofertas con propuestas relevantes.
Alberto deambula en la cumbre con toqueteos imprudentes y tribunas raleadas.
La excursión diplomática se cierra con la cumbre en Glasgow por el cambio climático y en ambas instancias existen escenas ocurrentes y patéticas con las andanzas de Alberto en suelo extraño.
Las redes sociales y los medios de comunicación han dado cuenta de circunstancias al menos desaforunadas.
John Kerry, enviado especial del gobierno de EEUU, con sutileza le propinó un suave desaire, al retirar la mano de su hombro y empujar el brazo en claro gesto de rechazo al toqueteo.
En la misma escena, la Canciller alemana, Angela Merkel atraviesa el cuadro de ambos y se desliza en un gesto presuroso y esquivo.
La foto que se lleva la más alta calificación para el absurdo y el disparate es la que circula como testimonio de la reunión con el Primer Ministro de Canadá. Justin Trudeau.
De un lado de la mesa, en solitario el Primer Ministro y del otro Alberto y cinco funcionarios, representa el grosero fracaso diplomático en las gestiones y la patética exposición del derroche y la frivolidad.
Un Primer Ministro expuesto ante funcionarios de orden menor que no conoce, necesariamente por privacidad y seguridad, debe limitar sus palabras y sus gestos.
La simple foto es constancia patente del ridículo.
Para el cierre, en Glasgow, mientras Alberto realiza su exposición, un auditorio virtualmente vacío es cruelmente demostrativo del escaso interés que despierta nuestro país, bajo las actuales circunstancias.
La postal es elocuente sobre la irrelevancia y el divague en el uso de la palabra.
Todo en concordancia con la famosa “Sarasa” a la que apelara Martin Guzmán en la previa al informe en la Cámara de Diputados, cuando fue víctima de un micrófono indiscreto que lo puso al descubierto.
La decadencia es muy pareja y arrastra por completo al país hacia un destino inviable.
Delicias del desafortunado profesor.